Ser el mejor debutante en un torneo es algo que solo lo puedes ganar una vez, y sólo tienes una oportunidad para hacerlo. Me he fijado siempre en aquellos que lo logran, ciertamente con algo de envidia.

En el nacional de 2015 yo estaba en mesa técnica, lo que me permitió seguir esa competición de forma cercana. Me llamó la atención una participante que jugaba muy tranquila, y con mucha elegancia tanto en las palabras que ponía como en la forma que las colocaba en el tablero, con suavidad casi con ternura. Al pasearme por las mesas observaba sus partidas y noté que estaba teniendo muy mala suerte pero se lo tomaba con absoluta calma; sin las jeremiadas tan habituales entre los scrabblistas. Tras tres derrotas en las que apenas tuvo opciones le dije “tranquila, estás teniendo mala suerte, subirás”.  Y efectivamente subió.

Antes de empezar la última ronda del torneo hice un resumen, micrófono en mano, de quienes tenían posibilidades de ganar en las diferentes categorías. En debutantes había tres o cuatro jugadores, y precisamente al citar los que se jugaban el título no la mencioné. Unos segundos antes de empezar la ronda advertí mi error y fui a su mesa a disculparme y a decirle que ella también optaba, hecho que con una dulce sonrisa me dio a entender que ya lo sabía.

Y ganó. Chelo ganó ese trofeo, el trofeo que sólo tienes una oportunidad para obtenerlo.

Nadie jugó nunca CONTRA Chelo, jugabas CON ella. Porque disfrutaba de cada jugada sea propia o ajena. Diría que más de las ajenas que de las propias dada su innata modestia.

Esos grandes y hermosos ojos que se encendían infantilmente cada vez que observaba una jugada bella nos seguirán iluminando a los que tuvimos la suerte de conocerla.

Gracias a Carlos Puente por traérnosla y apoyarla de manera incondicional.

José Fernández