La experiencia nos enseña que muchísimas veces cuando nos preguntamos por qué no hemos hecho o no hemos realizado determinadas jugadas, tratamos de justificarnos y respondemos cosas como «no puedo hacer eso porque…» o «debo jugar esto porque….» o «tuve que hacer esto» o «mi oponente tiene que hacer esto…»
En efecto, la idea de tener que hacer algo que no nos hubiera gustado hacer está tan presente en el juego de la mayoría de los jugadores, que podríamos decir sin exagerar que si fuésemos capaces de deshacernos de este lastre emocional, la mayoría de nosotros podríamos subir bastantes puntos en nuestra media de juego.
Uno de los errores más frecuentes en los procesos mentales de las partidas de jugadores de un segundo nivel o aficionados es que, tras haber diseñado un plan de juego, se realizan movimientos que «no van con el plan», o que tratan de parar posibles amenazas del rival y, tras haberlo hecho, no volvemos con el plan inicial previsto. Por supuesto, la percepción sobre la calidad de una amenaza está sujeta muchas veces a la calidad del rival comparándolo a nuestro propio conocimiento de estrategia y vocabulario. No obstante, en general, podríamos decir que el lastre emocional al que nos referimos se da en realidad en casi todos los niveles de juego.
Una partida se nos puede ir de la mano tras una decisión errónea, como si en un momento determinado ante el tablero tuviéramos que escoger entre dos caminos y el simple hecho del temor al rival nos obligue a pensar la jugada en demasía y en muchas ocasiones de manera cauta o conservadora.
Tener un scrabble y no poder ponerlo puede implicar que muchos jugadores tiren la partida por la borda, especialmente si el hecho se repite. No es común entre los jugadores avezados en la competición que siempre saben que sumar puntos es vital ya que en definitiva “gana quien más puntos realiza”, pero si resulta común en mucha clase media y aficionados del juego que no se llegan a dar cuenta que la búsqueda exclusiva del scrabble puede ser motivo de ventaja ante jugadores de nivel.
Existe un cierto pánico a deshacerse de scrabbles que no se pueden poner, un temor que también ocurre cuando el oponente amplia su ventaja considerablemente y más aún cuando se trata de un campeón de ELO alto.
Hay jugadores además, que intuyen ese pánico y de manera fácil llevan la partida a su juego, a su campo, manipulando como una marioneta al rival que definitivamente acaba perdiendo el control de la situación.
Ese sentido de la partida es vital. No hay que perder el control aún con el nivel que se tenga, ya que todo jugador siempre debe evaluar en el desarrollo de un encuentro, cual será la actitud del oponente.
Suele ocurrir, que en ocasiones el rival efectúa una jugada que implica cierta desazón puesto que se abre una amenaza que implica variar la jugada que piensas efectuar. Es importante en este momento poner a trabajar la mente para reaccionar con calma sin caer en el terror directo de sacrificar tus opciones o dejar el juego en manos del rival. En segundo lugar, el pensamiento debería ir más bien enfocado a pensar que «seguro que no funciona» o «el sacrificio es malo», hasta que no hayamos analizado pormenorizadamente todas las consecuencias.
En general, un buen jugador nunca acepta que una amenaza de este tipo vaya a funcionar bien hasta que no se haya comprobado del todo. Por supuesto, hay que comprobar pormenorizadamente si la amenaza es del todo real o no, antes de ignorarla o tomar medidas contra ella. Si realmente es peligrosa, entonces es cuando hay que pensar en taparla para prevenirla para después continuar con el plan previsto tan pronto como sea posible. Una vez más: es frecuente el error de no regresar al plan previsto cuando hemos tenido que hacer alguna jugada para limitar el ámbito de actuación de nuestro oponente ante una jugada no del todo esperada.
En definitiva, las claves de pensamiento en estas situaciones son:
1. Nunca creas nada de lo que tu oponente te esté intentando «decir» con sus maniobras. Esta actitud de «no creer hasta que se compruebe» se puede entrenar y hay que esforzarse en aplicar una primera barrera defensiva sicológica («seguro que no funciona») hasta que todo este proceso se realice de forma inconsciente y automática.
2. Tú eres el único defensor de tu posición en el tablero y de tu plan de juego. Si tú no crees en él, ¿quién lo hará ?
3. Entrénate para tratar las amenazas de tu oponente siempre bajo un «halo de sospecha», como si siempre hubiera que anotarlas con un «?» o al menos con un «!?». Eso sí, a continuación, analiza pormenorizadamente las posibles variantes y toma medidas si es necesario. Pero nunca tomes las medidas antes de realizar este proceso mental. Ello te llevará a hacer jugadas aparentemente naturales pero débiles.
4. Recuerda, si previenes una amenaza que en realidad es falsa, lo que realmente estás haciendo es perder un tiempo y, en realidad, lo que estás evitando es el correcto desarrollo de tu propio plan.