LO QUE DA DE SI EL SCRABBLE

A escasos minutos de empezar la gran final del Mundial de Margarita, le pregunte a una jugadora argentina con quien iba. Me dijo que con Claudia Amaral. Yo le dije, ¿Te cae más simpática? ¿Es por que es mujer?.  –No. -me dijo- Es que yo soy Amaralista.

Unas semanas más tarde un jugador español al que admiro me aseguró que él era Blaista en su forma de apreciar el juego. Al poco tiempo una jugadora de mi club se definió por entero “Manchadista” y el colmo llegó cuando un gran y querido jugador peruano me dijo que había “argentinizado” su juego por obra y gracia del gran Moavro.

Y si nadie acaba de entender estos términos, ¿Por qué los empleamos?

Según los analistas del scrabble, pocos pero avenidos, un blaista es un seguidor del blaismo, o sea un tipo de jugador que ante todo gusta del «jogo» bonito y alegre, la palabra como máxima expresión del juego. Capaz de sacrificar un triple por un hermoso CARRIQUE, capaz de evitar un PATEARE por un EPATARE, capaz de todo por hacer de una partida un bello cruce de elegancia y conocimiento del vocabulario.

Quien gustaba del Amaralismo, me definía este como el culto a la estrategia, la peculiaridad de hacer de cada partida un mundo diferente según el rival, una especie de antídoto contra el tradicional juego aperturista argentino, y para ello quien mejor para darle nombre que Caludia Amaral, la maestra  argentina más española de todas.

¿Y que es el Manchadismo?  Buena pregunta. Difícil de responder pero a la que un seguidor del eterno Joan Ramón definió perfectamente. Hacer el juego lo mas fácil posible, la practicidad a su máxima expresión. Como bien dice quien le da nombre. “Gana la partida el que al final suma más puntos”. No rebusques, juega y suma 40 puntos arreglándote el atril para la siguiente jugada. Scrabble fácil.

Y de todos estos podríamos sacar cientos de definiciones: si argentinizas tu juego, es que abres tablero como en tiempos y en un campo de fútbol, el “flaco” Menotti quería imponer abriendo bandas. Sólo hay que ver las medias en las competiciones del país austral, de Picciochi, de Diego González. de los grandes del país. Y si juegas a la venezolana, es que apuras la estrategia hasta el límite al más puro estilo Benjamín o Urdaneta. Si practicas  “catenaccio” es que te cierras como un caracol buscando el juego corto. Desesperante para algunos emocionante para otros. En Venezuela te hablarán de Adelaida, de Mae en Perú, de Isa Hernandez en España, como baluartes de una peculiaridad de juego.

Podría ser que jugaras a la Sevillana, que te sacan cincuenta puntos y te aplican un férreo cerrojo al más puro estilo de la escuela Azeuxis; que jugaras al estilo cuentagotas de la escuela Queimada, una variante más primitiva del manchadismo, donde de cuatro en cuatro letras te van haciendo un traje ( de eso Joan Lázaro sabe mucho); a la gironina, cual fieles seguidores de Patxi Navarro, al que miras a la cara y no sabes nunca si cuenta con scrabble o carece absolutamente de vocales. Eso si, tarde o temprano te la clavará sin darte cuenta.

Practicar el scrabble suicida en su máxima expresión aperturista tal «el ciclón de Moncada» Tori Martinez, capaz de jugar un campeonato de España casi a 500 p. y 3.5  scrabbles de media (2ª máxima media) y clasificar el 29º sin entender jamás de cerrojos y defensas.

Podriamos hablar de aperturas, desde la famosa apertura española  UH, o la más celebre apertura Enric Hernández, UCHU. De los infinitos cambios para salir que tanto desesperan a los tops españoles. De la serenidad y el «karma» que emana jugando con Miguel Rivera, Aglaia Constantín u «O Rei» Enric. Del scrabble «suertudo»  que en Argentina se llama Graciela Gonzalez y en España Montse Hergueta.

Y para hilar más fino podriamos inventar un nombre para aquellos jugadores celebres por su capacidad para lograr poner nervioso al contrario: los contoneos en la mesa y el famoso chicle del gran “Torito” Ayala, la nerviosera ahora me siento ahora me levanto, murmuro, me callo, soplo, de Santi Rosales, los puñetazos en la mesa de Xas Alarcón, las bajadas de bandera habituales de Alejandro Gonzalez y en su variante psicológica, el tac tac del boligrafo de la campeonisima Montse, la gorrita no me veas los ojos del Emperador Airan, el rápido movimiento de fichas de David Cantalejo, la mirada de la «Ardillita» Marcioni o la extrañeza del juego sinpar de Rogelio Ribas… y así hasta la eternidad.

Y es que el scrabble da para mucho.

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